Opinión

Día de los Enamorados ¿qué ves cuando me ves?

por Beatriz Literat

Desde hace unos años, el 14 de febrero se celebra en Argentina el Día de los Enamorados. En otros países la celebración tradicional es en otras fechas y se llama San Valentín, con toda una historia de contenido alusivo a este personaje, pero más allá del origen de esta celebración, lo que en realidad se intenta celebrar en cada país del planeta es el amor, el amor tan ansiado por todos los seres humanos y muchas veces tan esquivo o tan fugaz.

Hace un par de décadas que la ciencia descubrió el misterio de lo que químicamente sucede detrás de “esa loca pequeña cosa llamada amor” (parafraseando la famosa canción que cantaba Elvis) y nos explicó y justificó sobradamente con fórmulas hormonales y neurotransmisores por qué nos pasa lo que nos pasa cuando nos sentimos enamorados.

La verdad es que cuando estamos enamorados, estamos tan fascinados, deslumbrados y nos sentimos tan bien, que poco nos interesan las respuestas científicas y esperamos continuar el mayor tiempo posible en ese asombroso estado.

Desde la sexología también hemos intentado brindar recursos a los enamorados para tratar de prolongar la magia lo más que se pueda, haciendo uso también de las modernas técnicas de comunicación y negociación para que “esa loca pequeña cosa…” devenga en un sentimiento más grande, profundo y poderoso que permita a los seres humanos verse como realmente son y, lo más importante, ser aceptados con sus pros y contras, que es el verdadero desafío al intentar formar una pareja.

Estando enamorados estamos ebrios, hormonalmente hablando, y no vemos más que lo que queremos ver y a nuestros propios sentimientos proyectados o atribuidos por nosotros mismos a la otra persona; además el juego de la seducción y la conquista mantienen a raya por un tiempo a nuestro ego, volviéndonos pacientes, amorosos y tolerantes; lo mismo le sucede a nuestra/o enamorada/o y creemos que este comportamiento será eterno.

Cuando el hechizo se desvanece por la mayor familiaridad, el conocimiento más profundo de la otra persona o por la convivencia, comenzamos a observar y a disgustarnos con las cosas que “no son compatibles conmigo”. Pero cuando desarrollamos amor verdadero, es porque detrás de la fascinación alcanzamos a ver a la otra persona con sus características reales; algunas que nos gustan mucho y otras no tanto o nada. Sin embargo, nos consideramos capaces de aceptar el desafío de un vínculo y de una convivencia en la cual nosotros y la otra persona tendremos que procurar desarrollar todo nuestro potencial de comprensión, empatía, generosidad, respeto y libertad (entre muchas otras cualidades que todos poseemos en germen).

¿Por qué muchas veces vamos a querer mandar todo al diablo? Porque estaremos cansados de esforzarnos en lugar de que “todo fluya”. Lamento la desilusión; en los proyectos a largo plazo siempre hay que esforzarse, las cosas no fluyen espontáneamente. Esto es un mito, como el de la “espontaneidad sexual”.

Una relación amorosa a largo plazo es como una empresa y necesita mucho trabajo en el proceso, igualmente que al emprender el proyecto de tener hijos. Es más un camino de “hacer” que de “sentir”. La felicidad y la magia realmente se experimentan cuando disfrutamos de los resultados.

En este sentido, ¿qué podríamos celebrar el Día de los Enamorados? Podría ser el triunfo del Amor sobre el enamoramiento, que significa la victoria del altruismo sobre el egoísmo, sentirnos más sabios, haber superado nuestros propios límites y haber podido construir con los seres a quienes amamos un espacio donde podamos expresarnos y compartir en libertad un vínculo que nos haga felices.

(*): Médica Sexóloga Clínica, Ginecóloga y Educadora Sexual, a cargo del Departamento de Sexología y Disfunciones Sexuales de Halitus instituto Médico.

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